👾 Cómo hemos llegado hasta aquí: de lo ilegal a Netflix
y puntos (bizarros) que tenía que comentar sí o sí (I)
¡Hola! Bienvenidos a The Pop Type, mi rincón particular sobre cultura pop, actualidad, y en caso de hoy, un poco lo que me ha dado la gana.
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Como he dicho arriba, hoy he escrito de lo que me ha dado la gana. Necesitaba hablar sobre cómo hemos cambiado, pero no me quiero adelantar y dejo que leas por ti mismo.
¡Qué no se te olvide compartir para ayudarme a crecer!
A finales de 2019 me propuse ver más cine, en concreto, 100 películas al año. Con Letterboxd como principal aliado, en enero y febrero la cosa iba bien. Llevaba 19 películas pero llegó marzo y con ello el principio de la pandemia. Ahogada por la universidad y encerrada en casa, dejé de ver pelis. Pero lo retomé en septiembre y todo ha vuelto a flote. Ya llevo 67 películas y documentales, por si a alguien le interesa.
Todo esto viene porque hace un par de semanas quería ver Brooklyn (John Crowely, 2015) y no la encontraba por ningún lado. Mi admiración por Soirse Ronan comenzó con Lady Bird y todavía tenía pendiente un par de películas suyas. Sin embargo, esa en concreto, no estaba en ninguna plataforma a la que estuviera suscrita. Pasé cerca de 35 minutos buscando por todas las webs posibles una opción en buena calidad, en inglés y con subtítulos en español. Tras llegar hasta la página cinco de Google estuve a punto de rendirme. “O la ves en latino o en español, o no ves Brooklyn”, me dije.
Entonces me volví a revisar las páginas de Google y llegué a Rakuten TV, esa plataforma española que en sus inicios le hacía competencia a Netflix, pero que ya nadie recuerda. Me ofrecían ver Brooklyn en 1080p, en inglés con subtítulos, y por 3,99 euros en alquiler disponible durante 48 horas. Tarde unos 10 minutos en decidirme, pero lo hice. Saqué la tarjeta de crédito pensando “ya verás mi padre mañana cuando le llegue el recibo de otra plataforma de vídeo”. Pero no me arrepiento. Pagar por la cultura ahora es más necesario que nunca.
Esto me hizo replantearme en qué momento dejé de huir de la ilegalidad y empecé a pagar por absolutamente todo lo que consumía. Actualmente estoy suscrita (en mi casa, vaya) a seis plataformas: Netflix, Amazon Prime, Spotify Premium, Atresplayer, Amazon Kindle Undlimited y El País. Hace no tantos años, Netflix se viralizó y todo el mundo quería hacerse una foto en el sofá con el lago de plataforma para subirlo a Instagram. Entonces eso de “Netflix and chill” se hizo tendencia. Mi iniciación en el pago de cultura empezó en octubre de 2017, cuando Netflix llegó a mi casa, y supuso un antes y un después en nuestras vidas. Las 80 horas de descarga en el Emule o en el Ares ya no existían, y los pop-up de publicidad p*rno de Streamcloud se reducían considerablemente (:______).
Hoy mismo he buscado “pagar por la cultura” en Google. Los artículos más llamativos son de la década del 2010 y tienen los siguientes titulares:
“La gente no está preparada para pagar por la cultura”. Presidente de la English National Opera, Sir Vernon Ellis. Año 2011.
“Se ha creado una cultura de no pagar por la cultura”. Pilar Jurado, compositora y directora. Año 2013.
Y así durante las dos primeras páginas del servidor de búsqueda.
¿Qué ha pasado? ¿Por qué antes me negaba a pagar por una canción, un libro o una película (más allá de ir puntualmente al cine), y ahora lo pago encantada? La realidad es que la propiedad intelectual ha sido degradada desde la aparición de Internet.
¿Cuántas veces hemos descargado un libro de internet por qué hemos considerado que no era un bien que merecía ser pagado? ¿Acaso el escritor / divulgador / periodista, no ha pasado horas y horas frente a un ordenador para escribir lo que sea? ¿Acaso el director de Boyhood no se pasó 12 años grabando? Desde siempre se ha minorizado la cultura, como si una canción, una serie o un libro fuesen un bien menor, algo hecho en dos días. La realidad es que detrás de esto se esconden miles de horas de trabajo invertido para crear algo nuevo, único y que te dé de comer.
Quiero remarcar que yo lo pago porque me lo puedo permitir, y para mí la cultura es un bien indispensable, y por eso lo pago. Soy, y como sociedad, somos, consientes que no todo el mundo puede. Este post es simplemente una reflexión acerca de mi experiencia.
Aún así, los datos están ahí: la piratería se ha desplomado un 13% en 5 años. Y repito: no lo digo yo, lo dice el Ministerio de Cultura y Deporte.
Ya está, la he cagado. Ahora es cuando el 99,9% de las personas que han abierto este artículo cierran la página porque he metido el enemigo íntimo de mi público objetivo: porcentajes, datos y un órgano central. PERO JURO QUE NO ME VOY A ENROLLAR MUCHO.
Bien, sigamos. El caso es que me ido a a la Encuesta de Hábitos y Prácticas culturales del 2018-2019 para buscar un poco de info. Este estudio (que se elabora cada cuatro años), se ha realizado a 16.000 personas mayores de 15 años en España durante junio de 2018 y marzo de 2019. Conclusiones:
El informe del 18-19 es el primero desde el año 2002 (año en el que comenzaron a realizarse las encuestas) en el que se incluyen las plataformas digitales como hábito y práctica de consumo (consumo cultural). En el 2002 no existían las plataformas de pago, pero en el 2016 ya estaban de sobra instaurados en España. Tiempo de investigación pérdida, supongo.
El 52,2% de los entrevistados están suscritos a alguna plataforma, de las cuales 26,8% son a música y 38,9% a películas o series, lo que no está nada mal, pero sería mucho mejor si tuviéramos con que compararlo.
Pero es que la descarga ilegal de música ha pasado del 18,3% al 5,1% (3,5 veces menos), mientras que en vídeo se ha bajado del 16,1% al 3,7%; (casi 4,5 veces menos).
¡BIEEEEEEN! ¡CADA VEZ SOMOS MÁS CONSCIENTES DEL SECTOR CULTURAL! (Y de querer ver las cosas cuando nos de la gana, pero ese otro tema más extenso que no voy a tocar).
Internet ha crecido y evolucionado con nosotros, y esto es una noticia genial. Somos conscientes de que lo que consumimos tiene un precio. Ha costado, pero ahora pagamos a un guitarrista, a un productor, a un estilista, a un director, a un guionista, a un cantante, a un arreglista, y un largo etcétera.
Con el covid estamos en tiempos difíciles para todos, en todos los ámbitos, y la cultura siempre será un refugio al que acudir y al que cuidar. Aunque ojo, no quiero ser hipócrita y decir que desde hace 3 años nunca he visto una peli o ilegal, porque sería mentir, pero poco a poco se ha hecho un cambio que hace años se veía negrísimo, y eso me hace feliz.
👽 (Los puntos bizarros de los que hablaba en el subtítulo)
La verdad es que no sabía como terminar este post. Al principio iba a incluir la noticia de que Ticketmaster va a pedir el certificado de vacunación contra el Covid para permitir el acceso a conciertos. Luego decidí que a lo mejor debía de cerrar esto como lo había empezado: con pelis. Pero en su lugar, voy a traer una serie de acontecimientos random de internet que se han topado conmigo los pasados días y que me han dejado loca como para no querer compartirlos:
El jueves por la noche ENCONTRÉ A MI FUCKING DOBLE VERSIÓN MALVADA en Twitter. Como ese capítulo de Los Simpons en el que Bart encuentra a Hugo, su gemelo malvado que vivía en el ático. (Pero obviamente vamos a olvidar el final del capítulo, por mi salud mental, más que nada). Me cagué, lo juro. Vi el vídeo y la primera vez lo hice en mute porque (a parte de que la caption del tweet daba mala espina), me daba mucho mal rollo que se pareciera a mí. Luego ya vi lo que decía y well, me abstengo a decir palabras malsonantes.
Y ahora volviendo a tomar el rumbo cultural que me fascina, y tras este leve trauma de que hay una doble perversa pululando por el mundo:
El viernes hizo cinco años que One Direction estrenó Made In The A.M, el álbum que sacaron antes de separarse. Yo lloro porque 1) no vuelven, 2) me hago vieja.
Cuando pensaba que el 2020 no podía ser más surrelista, Katy Perry ha sacado colab con Aitana y Tiësto. Universal está dando palmas con las orejas.
Harry Styles se convirtió el viernes en el primer hombre protagonista de la portada de Vogue y son una pasada. Os dejo algunas:
Y continúo hablando de revistas. La Rolling Stone sacó portada del número de diciembre y no es nada más y nada menos que Paul McCartney con Taylor Swift. Han creado una serie de entrevistas llamada “Musicians on musicians”, que se estrena con ambos. Realizada el pasado 6 de octubre en Londres, la entrevista cuenta que si no hubiera existido una pandemia, hubiéramos tenido una colaboración de ambos en el festival Glastonbury que se hubiera celebrado en junio. En su lugar, escribieron álbumes en la cuarentena que tampoco está nada mal. McCartney III, verá la luz el 11 de diciembre, y folklore lo hizo el pasado 24 de julio (y sobre el que escribí la crítica en El Rescate Musical). La conversación es una joya y la podéis leer aquí.
¡Esto ha sido todo por esta semana!
Espero que os haya gustado este artículo de opinión, si es que lo podemos llamar así.
Sentíos totalmente libres de abrir debate en los comentarios si no estáis de acuerdo con mi postura respecto al pago de plataformas culturales. Estoy encantada de leer vuestros puntos de vista. También podéis comentar si me parezco o no a la chica del tweet (físicamente, obvio, porque psicológicamente ya digo yo que no), o si también habéis flipado con Katy Perry ft. Aitana.
Dicho esto, ¡nos vemos el domingo que viene!
Personalmente, mi paso de lo ilegal o lo legal fue cuando empecé a cobrar mi primer salario 🤣, aunque también fue la comodidad que ofrecían y los paquetes grupales (gran parte de mis cuentas son paquetes compartidos con familiares y amigos). Creo que también es una percepción, al menos en mi caso, que con los años, valoro mucho más el trabajo cultural.
Me parece muy fuerte conocer que Aitana y Katy Perry tienen una colaboración, es que este año es de locos 🤷♀️
Flipando con lo de Katy y Aitana una semana llevo. Mancantao el post. Súper interesante como antes tenías el disco de Selena Gómez pirateado en el mp3 y ahora pagar Spotify es lo más normal del mundo. Es que ni piensas en no pagarlo.